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LAS DE LA PERIFERIA

Actualizado: 22 jun 2021


Una postal de la línea B, no recuerdo la estación, pero iba camino a casa.


La Zona Metropolitana del Valle de México, está conformada por las 16 demarcaciones territoriales de la CDMX, 59 municipios conurbados del Estado de México y un municipio del Edo. de Hidalgo (Tizayuca); tiene una población de más de 20 millones de personas. Para dar a conocer la movilidad cotidiana de sus habitantes(mayores de seis años), el INEGI en el 2017 realizó una encuesta, la cual arrojó que el 80% de la población realiza por lo menos un viaje entre semana. De esas 15 millones de personas el 50.9% (7.96 millones) usa el transporte público.

Ir al trabajo e ir a estudiar, son los principales motivos para la utilización de este medio.


¿Vivir en Ecatepec y estudiar en Palmas?

La hora de entrada a la universidad es a las 7:00am, por lo tanto, mi día comienza prendiendo el boiler a las 4:00am. El agua se calienta en diez minutos, pongo el temporizador en mi celular, estos diez minutos los aprovecho para dormir sentada en el sillón. Suena la bendita alarma. Tengo veinte minutos para arreglarme si es que quiero desayunar algo antes de irme y no andar con el estomago vacío. A las 5:00am cierro la puerta de mi casa y comienzo a caminar junto a mi abuelo en una calle que pareciera muerta, donde no hay un solo ruido y el sol todavía descansa. Conforme seguimos caminando hacia la estación “Hospital” del mexibus, de las calles aledañas, comienzan a salir mujeres y hombres de diferentes edades, todas se dirigen al mismo punto. Como es inicio de semana la fila para recargar la tarjeta es kilométrica, por ello opto ir con la persona más cercana a la maquina y le doy mi pasaje. Debido a lo que acabo de hacer, prefiero no voltear hacia atrás y así evito cruzar mirada con varias caras malhumoradas, lo siento. Después de darle las gracias y pasar los torniquetes, desde lejos me despido de mi abuelo, que no se irá hasta que haya abordado al mexibus. La distribución es distinta al metrobus de la Ciudad de México, aquí, no hay sección para mujeres. Hay un mexibus completo para nosotras el cual pasa una vez cada 40 minutos, si no hay un retraso en el servicio. Siempre hay. Entonces, todas optamos por irnos en el mixto. Conforme van llegando los camiones, tú no necesitas meterte, las personas que están detrás de ti se encargarán de hacerte llegar, si es posible, hasta el otro extremo del camión. Una vez dentro, no necesitas tomarte de ningún barandal, además, entre tantas personas es imposible llegar a él sin antes golpear a alguien en la cabeza. Como es servicio express, llega en quince minutos a la estación del metro Ciudad Azteca, en cuanto el conductor abre las puertas, todos salen corriendo despavoridos hacia las escaleras de la entrada del metro. Ya se fueron dos metros llenos, no cabía ni un alma o ¿si?,posiblemente alguna chica pudo haber hecho lo imposible, posible; agarrándose del filo de la puerta mientras otra usuaria la empujaba hasta que las puertas se cerraran.

Como son mis primeras veces en el metro, claramente no alcancé lugar y quedé en medio de un mar de mujeres. Que entre estación y estación se maquillan, desayunan, estudian, tejen, se peinan o algunas prefieren dormir unos 50 minutos en lo que llegamos a Garibaldi. Yo elijo escuchar música mientras veo el amanecer a través de la ventana rectangular del convoy.

En el camino te ofrecerán un sin fin de cosas, ¿Se te olvidaron los audífonos? no hay problema aquí los venden, ¿Tienes molestia en la garganta? posiblemente en la siguiente estación se suba una señora vendiendo pastillas halls de miel. ¿Ligas para el cabello?,¿Corta uñas?,¿Maquillaje? ¿Porta credenciales?,¿Algo para desayunar?, no te preocupes en alguna de las 21 estaciones que conforman la Linea B, se subirá un vendedor que te salvará el día y no gastarás más de treinta pesos.

Mientras camino hacia los torniquetes de salida, me percato de varias miradas en mi dirección, tal vez traigo la mochila abierta. No, no es eso. ¿Entonces?, conforme sigo avanzando las miradas me comienzan a incomodar y mi reacción automática es estirarme el vestido lo mas abajo que puedo.

Ya en la calle, me formo en la fila para el camión que va a la estación del metro “Auditorio”. Después de dos camiones que se van con los últimos pasajeros prácticamente con medio cuerpo afuera, logro subirme y quedo a tres personas de distancia del conductor. Durante el camino verifico la hora en mi celular, son las 6:20am, y comienzan a llegar mensajes al grupo de whatsapp de mi salón. Algunos apenas van a salir de sus casas.

Al pasar la Diana Cazadora, comienzo a sentir un pequeño golpeteo en la parte posterior de mi pierna izquierda, volteo en esa dirección y no hay nada. El pasajero de mi lado izquierdo me sonríe en cuanto cruzamos miradas, le devuelvo la sonrisa. Lo sabía, sabía que no todas las personas de la ciudad eran malhumoradas como me contó mi mamá. Durante todo el camino y hasta pasar por la estela de luz, en varias ocasiones trato de parar ese golpeteo con mi mochila, pero mi paciencia no puede más y volteo para ver qué es. Al girarme por completo, el pasajero de mi lado izquierdo me ve directo a los ojos y yo veo hacia abajo, tiene una erección. Él trata de cubrirse con su portafolio, yo, solo me giro hacia la ventana y me quito los audífonos. En ese momento, comienzo a tener una sensación muy extraña en mi garganta, como cuando contienes el llanto combinada con ganas de vomitar. La ciudad queda en completo silencio y mi celular no deja de vibrar, a manera de no llorar en el camión, aprieto con todas mis fuerzas el barandal. Tomo el último camión que me dejará en la calle Palmas, justo a dos cuadras de mi universidad. Después de dos horas de traslado, cruzo mirada con la señora de seguridad, le doy mi credencial y no le sonrío como todas las mañanas.

De esas casi ocho millones de personas que utilizan el transporte público el 50% son mujeres, y de acuerdo a la encuesta realizada por ONU mujeres en el 2018 sobre violencia sexual en transporte y espacios públicos. El 96.3% de las usuarias han vivido por lo menos en una ocasión algún acto de violencia sexual.

A unos días de que termine el confinamiento e inicie de manera gradual la “nueva normalidad”, me gustaría saber si en esa normalidad de la que todos hablan.


¿Las mujeres tendremos que seguir contemplando caminar con las llaves en la mano?, ¿voltear cada metro avanzado para verificar que nadie viene detrás de nosotras?, ¿tendremos que seguir escuchando insinuaciones por parte de los conductores cuando está un alto?, compartir nuestra ubicación en tiempo real ¿seguirá siendo algo rutinario?,nuestros conocidos ¿nos seguirán compartiendo videos de cómo defendernos en un Uber “por si las dudas”?.

En esta nueva normalidad, ¿Seguirán asesinando a diez mujeres al día? Bere V.

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