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ADENTRARSE A LO INVISIBLE

¿Por dónde empezar?


Qué difícil es el proceso de un texto tan personal, el enunciar algo que mantuviste oculto. Porque al escribirlo con todas sus letras, sabes que reabrirás heridas, aceptarás que fue real y eso, es lo más difícil y necesario para comenzar a sanar.


Cuando me preguntaban: «¿Cómo estás?» siempre contesté «Bien».


«Bien» todo mundo lo dice, aunque sea todo lo contrario, y razones hay muchas; las mías: por no querer incomodar al otro con mis emociones «van a creer que estoy loca», pensé. También fue por miedo y vergüenza, mucha vergüenza.


Y así, poco a poco, fui ocultando lo que después se transformaría en un trastorno alimenticio. Un verdadero infierno.


Hoy me gustaría viajar al pasado y decirle a la Berenice de 15 años, que ella es más que un peso o una talla de pantalón; que vivir tratando de alcanzar un estándar de belleza, no es vivir, porque siempre habrá algo que esté «mal».


Quisiera aconsejar a la Berenice de 18 años a que coma esa concha de vainilla que su abuelo le compró para desayunar, que comparta ese momento con él porque después, el cáncer se lo arrebatará.


Abrazar a la de 20 años que lloraba a escondidas después de comer algo que «no debía» aunque se moría por hacerlo. Quisiera viajar al pasado para quitarle de las manos a la de 22 años esa pluma con la que escribía cada cosa que comía para contar las calorías. Decirle que entrenar 3 hrs diarias, 7 días a la semana y motivarse con insultos, le hará mucho daño, un daño que al día de hoy se siente.


Este largo camino se volvió más ameno en el momento que fui sincera y dije «no estoy bien», ahí comencé a aprender en compañía que no le debo delgadez a nadie, que mi cuerpo es más que eso, es mi hogar y el medio para hacer lo que me llena de felicidad: escribir, correr, subir montañas, ver atardeceres, ir al mar, bailar, besar, abrazar y, aunque ahorita no lo parezca, comer.


Sanar es un sube y baja de emociones, de ser paciente y amable conmigo; pero también, de saber comunicarle a las personas que hacer comentarios hostiles sobre el peso o la alimentación de alguien, puede intensificar un trastorno, puede reafirmar una inseguridad y/o provocar a que no se atreva a pedir ayuda.


Hoy he aprendido a no ocultarme en «Bien» falsos, a hacerle frente a viejos fantasmas y hablar de ellos sin vergüenza. Hoy puedo decir que estoy volviendo a respirar, a sentirme viva y en libertad, para continuar este caótico camino llamado: vida.


- Berenice V.




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