Una sombra me pone de pie y quiere alejarme de la luz, no quiero ir con ella pero, estoy agotada de escuchar las voces que se mezclan al unísono “Gorda” “Estás fea” “Esa ropa no te queda” y risas, muchas risas. Resuenan en mi mente cada vez que abro los ojos y me observo ante un espejo, ese cuerpo de muslos grandes, adornado de pequeñas raíces que se marcan en las caderas, redondo en todos sus recovecos. Al recordar lo abrumada y agotada que estoy, decido seguirla, me lleva al lugar más recóndito de mi mente, aquí, esas voces han cesado. Estaré en mi nuevo hogar el tiempo que sea necesario, este espacio es seguro, la sombra se va caminando hacia luz para comandar este cuerpo al que he decidido abandonar. Lo siento. Con el paso de los años este cuerpo ha ido perdiendo color, calidez, luz, vida, cada año se apaga un poco más, desapareciendo en las penumbras. He intentado escapar en varias ocasiones pero, si salgo en lo más mínimo ,siento cómo se aviva un fuego interno, y este cesa solo si cierro la puerta de esta jaula. Este cuerpo se ha compactado, ocupando el menor espacio posible, sobreviviendo, haciendo lo que los demás dictan que es lo correcto. Así nadie te cuestiona o te molesta ¿No?. Pero esas voces siguen, siguen y siguen, en un eco casi imperceptible. Detesto esta sensación de pesadez y abro la puerta, aún queda algo de luz muy, muy, muy a lo lejos, pero vale la pena intentarlo. Salgo, conforme camino a lo que parece ser el pequeño halo de luz, mi interior empieza a calentarse tan rápido que me quema, mis extremidades se doblegan dejándome casi de rodillas. Arde, arde cada vez más, mis lágrimas comienzan a salir conforme me esfuerzo para ponerme de pie y seguir mi camino, mi paso es pausado pero continuo. La piel se comienza a abrir, se desprende y cae con toda facilidad , sollozo al querer tocar estas grietas que están vivas. Ese fuego que sale de mis heridas, lo aprovecho para ver entre la penumbra y seguir, seguir adelante.Dejo atrás esa piel de seda calcinada, ahora soy fuego. He llegado. Parece que fue poco el tiempo que tardé en hacer esta travesía, pero tuve que pasar por mucho, hubo momentos en los que quería regresar y resguardarme en esa pequeña jaula, las voces volvían, intensificándose conforme me acercaba. Al verme frente a frente con la sombra, cansada, decido tomarla de la mano y en ese instante como una danza, su negrura y mi incandescencia se fusionan, volviéndonos una. El bullicio se enmudece de golpe, dejando un silencio sanador. Hoy reclamo este cuerpo como mío, cada día aprenderé algo nuevo acerca de él, lo voy a cobijar en los días que sienta miedo o que la penumbra quiera volver a invadirnos. Berenice V. Ramírez.
Texto seleccionado en Malvestida para su fanzine de aniversario.
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