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EVADIR PARA SOBREVIVIR

Actualizado: 22 jun 2021


Evadir / verbo transitivo

1. Evitar con habilidad y astucia una dificultad


Yo soy especialista en evitar todo aquello que va a generar una emoción, esa que es difícil de controlar una vez iniciada.

No importa si sea buena, como ese cosquilleo al leer un "Buenos días, ¿Cómo estás?" "cuando nos veamos te daré muchos besos" y mensajes por el estilo, que provienen de esa persona que te gusta; o mala, como cuando por teléfono escuchas que poco a poco tu abuelo se está yendo, está dejando de respirar.


Mientras existía una pequeña esperanza a que llegara la ambulancia y lo atendieran pensé, "es mi abuelo, obvio la va a librar, solo es un pequeño susto", me puse a ver twitter como si nada sucediera, como una forma de silenciar ese pensamiento que me recordaba que sus signos vitales eran casi inexistentes. La ambulancia nunca llegó, no mientras seguía con vida.

Cuando mi abuela me dijo lo inevitable, con una voz entrecortada, "Bere, tu abuelo ya murió". Todo se quedó en silencio, de fondo estaba la película de Selena, la reacción automática de mi cuerpo fue gritar y llorar, dejándome casi sin poder respirar. Cubrí mi rostro con una almohada en un intento fallido de silenciarme, de controlarme.


Luego, fue hacer maletas, conseguir boletos de avión para viajar el mismo día.

Para mí, solo iríamos de visita pero en el fondo sabía a dónde iba y por qué. Iba a una funeraria al velorio de mi abuelo.

En el momento que el avión aterrizara y yo bajara el último escalón, todo se volvería real y las emociones se embestirían contra mí; como un defensivo de americano, un tacleo que genera una contusión y hace que pierdas el conocimiento.

Sabes que algo muy fuerte te acaba de suceder pero estás tan desorientado que no puedes unir cabos. En ese momento algo se rompió.


¿Cómo evadir lo inevitable? ¿Cómo evadir cuando ya estás velando a tu abuelo?

Te pones a platicar con tus primos de cosas que te generan gozo, risas, entre todo ese silencio que resuena en la mirada de cada uno de los asistentes. ¿Qué dices?, ¿Qué haces?.

Aunque por momentos la realidad te pega entre risas y te hace voltear de reojo hacia al ataúd.

Pero lo que definitivamente te jala de los pies hacia este sentimiento que quieres hacer a un lado, es el momento en que ves su rostro por última vez. Justo antes de que se lo lleven para enterrarlo entre cientos de desconocidos.


Cada puñado de tierra que cae sobre su ataúd es un golpe en mis entrañas. Pero no crean que ahí acaba la cosa, no. Ahora tendría que pasar quince días de confinamiento en la casa que habitó por casi cincuenta años.


Esa casa donde cada esquina, cada objeto, cada espacio o sonido me recordaría a él.

Lloré en la cocina parada en el marco de la puerta, lo imaginé bailando y cantando mientras hacía el desayuno de los domingos. Al escucharme entrar, voltearía, me sonreiría y diría "¿Vas a querer té mi niña?".

Lloré acostada en su lado de la cama, ese espacio que de ahora en adelante estará vacío.


Estos dos meses me he llenado de actividades; leer, talleres, pláticas, ver muchas películas y series. Todo como un acto para reflejar que estoy bien, no lo estoy, por eso lo externo de la forma que mejor sé: escribiendo. Así acepto de alguna manera que él ya no está aquí.


-Bere V.



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